Es más simple de lo que parece: todo lo que aprendemos pasa por nuestro cerebro.

No es solo una máquina de almacenar datos y experiencias, sino que también es el director de orquesta de nuestro comportamiento.

Cuando hablamos de educación, estamos hablando de vivir experiencias, de aprender cosas nuevas, de cambiar la forma en que actuamos... y todo eso deja su huella en el cerebro.

 Por eso estas dos áreas van de la mano: los avances en neurociencia nos ayudan a entender cómo nuestro cerebro se va moldeando con cada aprendizaje, lo que nos permite mejorar la manera en que enseñamos y aprendemos.